San Martín de Unx
¡Vívelo, bébelo y siéntelo!
Esta antigua villa medieval es un reducto de equilibrio y armonía, un lugar de encuentro con la historia y con las viejas tradiciones cantadas al son de una jota improvisada y contadas al calor de la lumbre y del vino. El prestigio y la popularidad de poblaciones cercanas como Ujué, Tafalla y Olite han eclipsado, en gran medida, la importancia histórica y patrimonial de San Martín de Unx. La singularidad de esta villa reside en combinar la herencia monumental y artística del caserío y de las iglesias medievales con una inagotable riqueza etnográfica y con su reconocido potencial enológico.
El pasado de los vecinos de esta localidad ha estado estrechamente unido a la tierra. Desde épocas remotas, el campo ha proporcionado el sustento a las sucesivas generaciones de san martinejos o catatos. En el presente, la tierra también se ha convertido en su mejor escaparate y en la apuesta más firme para su futuro. Productos como el aceite y, fundamentalmente, el vino son sus principales recursos económicos. Este pueblo, que hoy apenas cuenta con 500 habitantes, dispone de un trujal, una bodega cooperativa y cuatro más privadas. El secreto de su éxito radica en haber mantenido el cultivo de la viña, con especial atención la variedad de uva garnacha, resistente a la sequía y al frío, pero sensible a plagas y enfermedades.
Por estos motivos, en Navarra fue relegada por otras variedades a partir de finales de la década de los 70 del pasado siglo. En San Martín de Unx, por el contrario, se respetó este cultivo, al ser un tipo de uva que se adaptaba muy bien a los suelos arenosos, pedregosos y ligeramente ácidos del piedemonte de la Sierra de Ujué. Las tendencias actuales, que valoran los vinos vivos, afrutados y expresivos, han devuelto el protagonismo a la garnacha. Siendo especialmente valoradas las cepas centenarias, que producen caldos de excelente calidad.
Frontón municipal
Piscinas municipales
Panadería y alimentación
Consultorio médico
Farmacia
Peluquería
Cajeros automáticos
Parque infantil
Bar/Club de Jubilados
Bar Casa Tomás
Asador Casa Tomás
Restaurante Casa Pedro
Frutería
(miércoles)
Pescadería (miércoles)
Charcutería (cada 15 días)
Pastelería (cada 15 días)
Parking gratuito
Gasolinera (a 10 km.)
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En el lugar perfecto para conocer toda Navarra
Ruta histórica:
Callejeo y arte civil
Casas de sillarejo, con grandes portalones de medio punto u ojivales, fechadas muchas de ellas en el siglo XVI, y espectaculares escudos barrocos salpican sus calles serpenteantes que, en algunos tramos, todavía conservan el antiguo empedrado de cantos, por el que deslizaron sus pasos gentes de muy diversa condición. Por estos pavimentos transitaron siervos y campesinos, clérigos y soldados, hidalgos e incluso algunos miembros de la alta nobleza.
Asentado en una colina, este enclave estratégico y defensivo prosperó al amparo de un castillo, popularmente llamado “Ferrate”, del que se tienen noticias a partir del reinado de Teobaldo II, a comienzos del siglo XII. La fortaleza parcialmente desmantelada en 1516, tras la anexión del reino de Navarra, y desaparecida en la actualidad, se encontraba ubicada en la parte más alta, por encima de la parroquia de San Martín de Tours. A partir de este punto, se fue desarrollando el caserío, siempre dentro de los límites de un cerco amurallado. El derribo de estos muros y la construcción de la carretera que une las localidades de Sangüesa y Tafalla marcaron la expansión contemporánea de la villa. Fueron levantadas numerosas viviendas en los márgenes de la nueva vía de comunicación, siguiendo su trazado.
Esta historia de nobles y reyes ha dejado su impronta en la localidad. Adentrarse en San Martín de Unx es zambullirse en los retazos de una villa medieval, entre rúas estrechas, retorcidas y empinadas que se alternan con rincones imposibles y con pintorescas plazoletas. Un paseo sosegado por sus calles permite al visitante disfrutar de un escenario histórico y artístico real y vivo. El recorrido también puede ser la excusa perfecta y una licencia obligada para evocar los escenarios virtuales y fantásticos que sugiera nuestra desbordante imaginación.
La arteria principal de la población es la calle San Miguel, que une la iglesia de Santa María del Pópolo con la parroquia de San Martín de Tours. Es una representativa calle en cuesta de trazado quebrado, flanqueada por grandes caserones. El acceso a la plataforma superior también se puede realizar siguiendo el vial conocido por los lugareños como “Subida a la Parroquia”, que parte o concluye, según sea el caso, del pórtico de la iglesia románica y cuenta en su recorrido con antiguas residencias nobiliarias de muy distintas épocas en las que se intercalan escudos de armas de sus principales linajes, entre los que se encuentran la Casa de Monreal, Jaso o Leoz.
La calle Mayor, que antaño bordeaba el pueblo siguiendo por el interior el trayecto del recinto amurallado, es otro punto de interés. Los viejos portales y pasadizos, por los que se accedía desde el exterior, son el mejor testimonio de esta destacada construcción defensiva, de la que todavía sobreviven algunos elementos enmascarados en el urbanismo actual, como el gran torreón curvo y macizo de sillarejo integrado entre las edificaciones de la llamada “Callejica”.
Arte religioso:
San Martín de Tours
En lo alto, altiva y monumental, rozando el cielo, culmina el perfil de esta apiñada villa la iglesia de San Martín de Tours. Su vistosa espadaña, de comienzos de este siglo, domina la colina sobre la que se asienta la localidad. La iglesia parroquial, consagrada a Santa María y a San Martín el 3 de noviembre de 1156, fue centro de reunión y de actividad de este pueblo, tradicionalmente muy religioso. Su cercanía al castillo la convirtió en la primera iglesia, abierta para todas las celebraciones litúrgicas, diarias y festivas. Una situación que con el paso del tiempo cambió sobre manera. En la actualidad, esta impresionante construcción sirve de escenario, únicamente, para bautizos, bodas, funerales y para dar la bienvenida al nuevo mes el primer domingo.
De volúmenes sobrios, acentuados por la verticalidad de los contrafuertes y la ausencia de decoración, la iglesia de San Martín de Tours es una de las obras más encantadoras del románico rural navarro. Construida en el siglo XII, sus bóvedas y arcos apuntados son un guiño al inminente protogótico. La imagen que hoy presenta es el resultado de añadidos y reformas acaecidos a lo largo de la historia. Pese a todo, mantiene su estructura original, con una nave única de cuatro tramos, bóveda de cañón y ábside semicircular en el interior y poligonal en el exterior.
Muy bien trabajada, la que fuera portada principal de la iglesia es de tipo jaqués y contiene las reproducciones de un acróbata y un músico. En sus capiteles historiados muestra a San Martín repartiendo la capa con un mendigo, a Sansón y el león y a diversos guerreros luchando con animales. Las grandes cabezas y manos de los personajes, los cabellos de mechones divididos y sus características vestiduras apuntan a uno de los escultores de mayor éxito del románico, el maestro de Uncastillo. En el lugar se exhibe también un escudo rococó, reutilizado, de la segunda mitad del siglo XVIII.
El espacio que en su día fue la tercera nave de la iglesia, añadida en una ampliación del siglo XVIII, sirve en la actualidad de pórtico con una puerta románica traída del desolado de Sengáriz (siglo XII) y que ocupa el lugar de una portada del siglo XVI. Este punto es un perfecto mirador del caserío y del paisaje que rodea la localidad.
Y si el envoltorio es digno de ser admirado, no lo es menos el contenido. La pila bautismal que se encuentra en su interior es una joya del románico, una pieza excepcional en Navarra. Bellamente decorada, en su fábrica pueden verse columnas con capiteles vegetales esquemáticos y arcos que cobijan varios personajes masculinos, una figura femenina con una fruta, otra con un platillo y una madre amamantando a su hijo, esta última composición representa a la Virgen de la Leche.
El retablo mayor, obra romanista de finales del siglo XVI, está dedicado a San Martín. La cabecera de la iglesia está presidida por una talla gótica de la Virgen de la Leche, realizada en estilo hispano flamenco a finales del siglo XV y procedente de la ermita de Santa Zita. Sumamente original es el altar, con tres ventanas de medio punto abocinadas con una gruesa arquivolta redonda de encuadre que descansa en seis columnillas y poseen restos de pintura mural gótica. En las laterales, pueden verse figuras de ángeles, entre las que se reconoce a San Miguel; en el centro, motivos decorativos.
La Joya Final
Una ingeniosa escalera de caracol a los pies de la iglesia invita al visitante a descender. Es una gran idea. Al final del giro se encontrará con uno de los rincones más llamativos de esta villa: la cripta medieval.
Esta pequeña iglesia, puramente románica, posee una planta adaptada totalmente a la de la cabecera, ya que fue construida para salvar el gran desnivel existente en el terreno.
Allí, guardando los secretos de la historia, permanece todavía la primitiva ara de altar (siglo XII), rodeada por grandes y trabajados bloques de sillarejo sobre los que aún pueden verse las marcas de muchos canteros que participaron en la elaboración de esta joya del románico rural
El espacio está dispuesto por seis columnas con capiteles de tallas vegetales, animales o humanas. Por encima, las naves se cubren con bóvedas de arista. Tres ventanas abocinadas de medio punto perforan el muro del ábside (al exterior parecen saeteras) y crean un juego de luces íntimo y misterioso.